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Miedo

El camaleón y el burócrata

Por Juan Carlos Martínez   En España siempre que se habla de aquellos que cambian de camiseta de un día para otro se recuerda el caso de un alcalde que transitó por todas las variables políticas, desde la República y el franquismo para adelante. Cuando un amigo le recordó su automática adaptación a los distintos cambios políticos como si se tratara de la cosa más natural del mundo, se produjo el siguiente diálogo.   -Oye, Manolo, fuisteis alcalde durante la República, la misma función cumplisteis con el franquismo, luego seguisteis en las mismas funciones con Adolfo Suárez, continuasteis con Felipe González, después con José María Aznar, ahora con Mariano Rajoy, ¿cómo puedes explicar semejante carrera política camaleónica?   Sin que se le mueva un pelo, Manolo respondió: “Hombre, pues yo siempre quise ser alcalde”.   O sea, que su objetivo no era otro que cumplir el sueño de todo burócrata: mamar de la teta del Estado hasta que se acabe la leche.   Todo un símbolo del político sin convicciones, sin escrúpulos. Del político al que le da lo mismo andar bien con Dios y con el diablo al mismo tiempo; a la mañana es incendiario, a la noche bombero; un día canta la Internacional y al día siguiente se inunda de emoción escuchando el himno falangista Cara al Sol; es el mismo que ayer se autoproclamaba republicano y hoy aplaude el discurso del rey.   ¿Cuántos de esta clase hay en la Argentina de estos tiempos?   Si incluyéramos los cambios de camiseta política, la lista sería interminable, particularmente desde que asumió el nuevo gobierno en diciembre pasado. Un fenómeno que se ha acentuado desde la aparición de José López, uno de los tantos ladrones de guante blanco que se han hecho millonarios con los dineros públicos en sociedad con los bandidos de los sectores privados que comparten los botines del saqueo.   La diáspora continúa y hasta los chorros que guardan la guita en lugares más seguros que un convento –el presidente Macri incluido- se espantan cada vez que les hablan de este López, convertido en una suerte de chivo expiatorio sobre cuyas espaldas se cargan todos los males que sufre la Argentina como si muchos de los que se erigen en fiscales de conductas ajenas fuesen un modelo de transparencia y honradez republicana.   El desbande mayor se observa en las filas del kirchnerismo. Muchos de ellos van en busca de refugio al “renovado” Justicialismo que dirige José Luis Gioja, cuyo paso por el Senado de las coimas junto al pampeano Carlos Verna y sus vínculos con la minería a cielo abierto es una buena carta de presentación para saber hacia dónde se dirige la renovación (sic) del justicialismo.   Según el sanjuanino y otros oportunistas que coinciden con su discurso conciliatorio el nuevo espacio está abierto a todos sin distinción de ninguna naturaleza. O sea que pueden juntarse los peronistas del 45 con los peronistas de la Triple A de los setenta y éstos con los menemistas de los noventa; los que se espantaron con la presencia de Cavallo en el gobierno de la Alianza con los que le pusieron fichas a Eduardo Duhalde y luego apostaron a Macri en noviembre de 2015 o con los legisladores obedientes que aprobaron el pago a los fondos buitres mientras se visten de anticapitalistas cantando la marcha peronista.   La Pampa está plagada de camaleones y de burócratas, imitadores de la escuela del Manolito español que siempre encentran un espacio para seguir prendidos a la generosa teta del Estado. Hay de todo en la viña del señor. Desde los que apostaron a la dictadura y se hicieron demócratas a partir del 10 de diciembre de 1983, pasando por los acérrimos menemistas que dieron vuelta la hoja cuando llegó Kirchner a la Rosada y luego se prendieron a la falda de CFK hasta que el conservadorismo recalcitrante llegó por primera vez al gobierno con el sello democrático de las urnas.   Repasar la galería de burócratas de larga vida sería muy tedioso para el lector, pero si comenzamos por el actual gobernador nos encontramos con un hombre que lleva veinticuatro años saltando de un cargo a otro mientras nos habla de la renovación política y da cursos sobre la republicana manera de aprender a gobernar.   Tan republicanos son sus principios que dejó en manos de un loco sin remedio la seguridad pública con un poder de fuego ilimitado que ha convertido a La Pampa en un estado policíaco tan desquiciado que la Constitución, las leyes y los propios jueces de la justicia más ética del país están subordinados al manejo discrecional de un ministro con aires de dictador.   Cuando Carlos Verna finalice su mandato en 2019, habrá cumplido veintiocho años como burócrata y con dos años más podrá jubilarse y lo propio hará ese ejército de burócratas de todos los colores –el golpeador Tierno entre otros- que al igual que el Manolito español siempre soñaron con vivir prendidos al presupuesto estatal.  

El enano y el gigante

Por Juan Carlos Martínez El gobierno nacional ha impulsado un proyecto tendiente a distribuir con equidad los avisos oficiales. "Vamos a defender la pluralidad" sostuvo la presidenta al sintetizar los objetivos trazados en su iniciativa. La jefa del Estado remarcó que el propósito es "ayudar a las pequeñas y medianas empresas de información, fundamentalmente ubicadas en el país profundo". En otra parte de su discurso, Cristina dijo que "la pluralidad y la diversidad también se logra ayudando a que los más pequeños puedan competir". El país profundo no es otro que el interior, el que está más allá de la General Paz donde el ejercicio del periodismo, sobre todo del periodismo independiente, está sometido a todo tipo de obstáculos por parte del poder político de turno.

Paradojas argentinas, por Juan Carlos Martínez

La designación del general César Milani para conducir el Ejército ha desatado una ola de llamativos cuestionamientos. Llamativos porque entre los que resisten su designación aparecen personas o sectores ideológicamente ligados a la dictadura cívico-militar-clerical. Incluso se suman muchos de quienes votaron o avalaron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.